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10 MEDIDAS CONTRA EL MIEDO

El miedo domina a la sociedad. El terrorismo reina. ¿Cómo se lo ha superado en el pasado y en otras tierras? EEUU tras el 11-S Reino Unido tras el IRA España tras el ETA Chile tras el 18-O El Salvador tras las Maras Alemania tras el Muro Francia tras los Chalecos Amarillos Colombia tras Escobar Perú tras Sendero Luminoso Ecuador como Isla de Paz Comencemos por el final: a mediados de los 80s se creó en Ecuador el "Escuadrón Volante" y se trabajó con la justicia: la policía y el ejército desataron una guerra contra la guerrilla, y volvió la tranquilidad, creándose una Isla de Paz en medio de toda la convulsión que vivían Colombia y Perú, Chile, el Cono Sur y Centro-América. En Perú se tuvo un régimen que tomó medidas de fuerza y encarceló a Abimael Guzmán, destruyendo las estructuras de los "terrucos". Se puso en orden la economía y se recuperó el orden público, volviendo a Perú un espacio de desarrollo con muchos retos pero un país en el cual se podía pensar como un espacio de vida y desarrollo. En Colombia se tuvo también un régimen que volvió al país un lugar donde era cierto que "el riesgo es que te quieras quedar". Se terminaron los bombazos y los atentados, se persiguió a los narcos y se acorraló con un plan nacional a los ejércitos armados y financiados por los carteles, hasta llegar finalmente a negociaciones de paz, no sin antes ejercer todo el poder del estado. En Francia, las manifestaciones y saqueos se manejaron con institucionalidad, diálogo y financiamiento de los temas sociales, sin permitir que los extremismos de izquierda o de derecha ganasen terreno. Se impulsó medidas legislativas en el seno de lo nacional y de lo europeo, generando leyes de sanción fuertes, que empoderaron a la fuerza pública y crearon equipos de élite capaces de controlar los desmanes y mantener el orden social. En Alemania se invirtió en la Reunificación: un proceso que permitió que las heridas del viejo experimento de una Alemania del Este y otra de Occidente, tuvieran que verse de espaldas, dejando atrás no solo las heridas de la post-guerra, sino las de la guerra fría. Se abrazaron las familias y se perdonaron las muertes, se invirtió y se generó una integración que no pasó por el uso de la fuerza sino de las palabras, la democracia, los valores y altas dosis de democracia cristiana en particular. En El Salvador, en estos años se ha acudido a la fuerza contra la fuerza, y a un régimen que tiene muchas críticas afuera de su país, así como muchos seguidores allende sus fronteras, pero lo más importante: recibe el respaldo de más de 8 de cada 10 de sus ciudadanos, cansados de la inseguirdad, el crimen, y de ver a los hijos ser carne de cañón del crimen organizado. Es un proceso en vivo y en directo, que está bajo la lupa de los organismos internacionales, pero del cual sus protagonistas han hablado con claridad en los foros globales, incluida Naciones Unidas hace poco. Escuchar esa voz es algo que no se puede dejar pasar, nos guste o no. Chile y la salida hacia la paz por caminos democráticos centrados en la racionalidad de sus votantes y su población general es un ejemplo de cómo se puede ser, hacer, aprender y reaprender, dialogar en las urnas y utilizar el mecanismo electoral de manera intensa, como forma de escuchar lo que quiere la población más allá de la cocina política, con una democracia directa que ha ido mostrando el fracaso de los mecanismos políticos y la necesidad de acercarse a las realidades de las comunas, que hablan a través de sus votos por temas políticos, ambientales, culturales, económicos y sociales. Hoy la economía está volviendo a crecer (+0.2% mensual, cuando se esperaba -0.4%/mes) a pesar de la inflación y del rechazo generalizado a los gobernantes, y aún a pesar de que casi el mismo porcentaje de personas que rechazan al régimen actual estén de acuerdo en que el panorama es sombrío hacia el futuro (el índice mensual de actividad económica cayó 0.4%/año). Las cosas también están al rojo vivo y se están desarrollando todavía, pero el triunfo del rechazo a los maximalismos es una buena señal, así como una mayoría que piensa que los estallidos y la violencia, la inseguridad y la falta de valoración de la fuerza pública no son el camino, para nada. Algo parecido ocurrió en España, tras años de sufrir violencia, años antes, así como terrorismo en regiones autonomistas y nacionalistas en su propio sentido. El Pacto de la Moncloa orientó a un país hacia un fin común, que encontró sentido en la unión del bloque de países del Sur que se sumaron a los tratados de Maastricht y entraron de lleno a recibir inversión y a atraer migrantes para poder producir lo suyo y comerciar con los demás en su bloque. España luego tuvo sus vacilaciones y ese proceso todavía está vivo; sin embargo, es un país que tiene una apuesta en favor de la economía como un camino de integración entre sus pluri-culturalidades, sin caer en las pluri-nacionalidades, venciendo el separatismo y entrando a hacerse fuerte como una identidad capaz de derrotar igualmente al terrorismo tras su 18-M en su momento: empoderando a su fuerza pública con leyes de emergencia y con un pacto de gobiernos y poderes: locales y nacional, real y de lo ejecutivo con lo legislativo y lo judicial. El camino del Reino Unido, bajo el mando de la recientemente fallecida Reina Isabel II ha sido ejemplar: su manejo de la crisis de los años 70 con el Ejército Republicano Irlandés, y el fin de las hostilidades, las bombas, los coches que explotaban, y los atentados de toda índole fue centrado en un manejo coordinado entre la Realeza y las dos Cámaras (Alta y Baja) de su país, colocando la Ley por sobre toda la crisis, y dialogando entre Realeza y Empresas, Ministros-Parlamentarios y Justicia, para cerrar todos los caminos a la violencia, y colocar en el plano de lo socio-económico, y lo cultural-integrador, la pacificación política. El Reino se ha mantenido Unido y pese a sus crisis y el Brexit, sigue siendo un espacio seguro en el cual el miedo no es un factor de fondo en el día a día, pues el terrorismo fue derrotado y no tiene forma de reproducirse ante la acción proactiva, permanente, en todos los ámbitos, para que sea la misma población la que participe, activamente, en el apoyo a sus fuerzas del orden y sus instituciones. Estados Unidos, finalmente, se fue a la Guerra contra quienes aterrorizaron por días, semanas y años a sus mecanismos de vida y trabajo, traslado y ordenamiento civil. Su ejército es venerado por ello, y los veteranos ocupan un lugar de honor en los medios y comunicaciones de la sociedad. Recuperar en cada país ese orgullo de pertenencia a una institución que es querida por la población es parte de los primeros pasos a dar para vencer al terrorismo, a la delincuencia, a las amenazas externas, y ganar la guerra. Sin una moral alta en las fuerzas públicas, de modo que encarnen los valores permanentes de un país, una sociedad, una tierra y una época, es difícil ganar una guerra. Si no, que lo diga Putin al ver a Ucrania: ni toda la fuerza nuclear, ni todas las armas servirán para derrotar a una sociedad que tiene un liderazgo que defiende su tierra bajo un símbolo certero: la libertad. ADN@+

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